Lavapiés se ha considerado como un icono del casticismo madrileño

Lavapiés es el nombre de una de las zonas más conocidas del centro de Madrid, está ubicado dentro del barrio de Embajadores en el distrito Centro de la capital. Aunque no aparece como entidad administrativa oficial, Lavapiés se considera el área comprendida entre El Rastro, Tirso de Molina y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Debido a la conocida multiculturalidad de este barrio, eventos como el Año Nuevo chino o el ramadán tienen especial resonancia. Si bien, la popular verbena de las fiestas de San Lorenzo sigue siendo el evento más celebrado en el barrio de Lavapiés y con la más alta participación vecinal.

Hoy queremos invitarte a realizar un recorrido por alguna de sus calles más conocidas y, de paso, mostrarte curiosidades y leyendas de este barrio tan peculiar y singular de Madrid.

Recuerda que con las clases de español de Hablamos podrás aprender español, el idioma, su historia y su cultura a través de las sesiones celebradas todos los viernes en las que realizamos visitas a museos y paseos por barrios como el de Lavapiés.

Comencemos por la calle del Salitre, antigua calle de San Bernardo, nace en la calle de Santa Isabel y llega hasta la calle Valencia. En el siglo XVIII la monarquía borbónica creó varias fábricas, muchas de ellas de productos de lujo para su propio abastecimiento (tapices, loza, cristales…), pero también algunas de otro tipo. Entre estas últimas estaba por ejemplo la fábrica de pólvora, para la cual era necesario el salitre. La Real Fábrica de Salitres de Madrid fue construida entre los años 1778 y 1785 según proyecto de José de la Ballina en esos terrenos existentes al final de la calle de San Bernardo, junto a la Puerta de Valencia. Las instalaciones de la fábrica se extendieron por un amplio espacio desde el Barranco de Embajadores -hoy calle de Miguel Servet- hasta el Hospital General –hoy sede del Museo Reina Sofía- llegando hasta el paseo de Santa María de la Cabeza. Recibe el nombre de calle del Salitre desde 1835. 

Situada a pocos metros de la Filmoteca Doré está la calle Tres Peces. La historia de esta calle es una de las más curiosas. Según relata el cronista de la VillaPedro Répide en su libro ‘Los nombres de las calles de Madrid’, en esta calle se encontraba la casa de Don Pedro Solorzano, quien tenía la costumbre de regalar todos los años en el día de san Francisco de Paula tres peces grandes al convento de la Victoria; otros tres, el día de san Rafael al Hospital de San Juan de Dios; otros tres el día de la Concepción al Hospital de San Francisco y otros tres al Hospital de San Bernardino. Para que no se perdiese la costumbre, fueron labrados en la fachada de la casa tres peces en memoria de este piadoso hombre y de ahí el nombre de esta madrileña vía.

En el antiguo Madrid las calles tenían a menudo nombres de árboles, arroyos, u otras referencias geográficas y naturalistas. La calle del Olmo recuerda a un viejo olmo que existió hasta fines del XVIII. El olmo, también llamado negrillo o negral,  fue uno de los árboles más abundantes en Madrid hasta que la grafiosis se llevó por delante la mayoría de los existentes. En esta calle se batieron en duelo en el siglo XVI cuatro caballeros que mantenían una disputa por la propiedad del Hospital de Atocha.

Un lugar mítico de Lavapiés es la plaza de Antón Martín. Esta plaza reúne el eje viario de la calle Atocha con la calle de Santa Isabel, así como otras calles de orden menor como la calle del León. Se dice que solo en la plaza de Antón Martín hay más bares que en todo Noruega.

Otra calle típica del castizo barrio de Lavapiés es la calle Ave María. En esta vía estuvieron ubicados numerosos burdeles; locales en los que se producían a diario escándalos y altercados y que hacían complicado el día a día de los vecinos. Al enterarse de esta situación, el beato y confesor del rey, Simón de Rojas, trató de convencer en numerosas ocasiones a las prostitutas para que abandonasen su actividad pero siempre era respondido con insultos y amenazas. Harto de esta situación, el confesor de Felipe II aprovechó su posición para hablar con el monarca y pedirle que demoliese esas problemáticas viviendas, petición que fue atendida de manera positiva. El verdadero escándalo, al parecer, vino con el derribo de las casas cuando en sus pozos se encontraron multitud de cadáveres, tanto de adultos como de niños. Un macabro hallazgo ante el cual, el beato reaccionó exclamando un sonoro: ¡Ave María! Unas palabras que siglos después siguen dando nombre a la calle.

La calle Mesón de Paredes se trata de una de las arterias más importantes del barrio de Lavapiés; tiene su inicio en la plaza de Tirso de Molina y finaliza en la Ronda de Valencia. Nada más comenzar nuestra andadura por Mesón de Paredes, encontramos una placa que recuerda que en el nº 2 nació José Benito Churriguera el 21 de marzo de 1665. Arquitecto y retablista del barroco español y miembro de una familia de artistas de la que es recordado como el principal arquitecto y escultor. Su influencia, junto con el trabajo de sus hermanos Alberto y Joaquín, definió el llamado estilo churrigueresco, caracterizado por la abundancia y protagonismo de la decoración. Continuando nuestro paseo, un poco más adelante es obligatorio detenerse en el nº 13, lugar donde se encuentra la Taberna de Antonio Sánchez, que nace en 1884 con una gran vocación taurina que todavía conserva en nuestros días. Como curiosidad sobreviven los carteles que todavía venden las torrijas a quince céntimos o que prohiben escupir en el suelo. Almodóvar eligió este local como escenario para una secuencia de la película “La flor de mi secreto“. Anteriormente ya había sido una taberna desde 1830.

El nombre de la calle Embajadores procede del llamado campo de embajadores, nombre con el que se conoció al lugar donde se retiraron los embajadores de Túnez, Navarra, Aragón y Francia. Cuando la ciudad se vio afectada por una epidemia de peste en el siglo XV, en tiempos de Juan II, padre de la reina Isabel la Católica, se produjo la llegada de embajadores para presentar sus credenciales al rey de Castilla.

Y acabamos nuestro recorrido en la calle de la Cabeza. La leyenda cuenta que el sirviente de un cura con muchas riquezas acabó degollándolo y llevándose sus pertenencias. Después de haber escapado y dejar pasar un tiempo, volvió a Madrid y compró ese día una cabeza de cordero para cenar. Cual sería su sorpresa cuando un alguacil le preguntó qué llevaba al ver que se desprendía sangre de la bolsa y al abrirla se encontró la cabeza del cura al que había asesinado tiempo atrás. El sirviente, aterrorizado ante el hecho, acabó confesando todo y murió en la horca. En el mismo momento de su muerte, la cabeza volvió a ser de cordero.

Muchas historias más albergan las calles del barrio de Lavapiés que se han ido forjando en todos estos años, conformando la identidad del crisol de culturas en el que se ha convertido. Paseos por barrios tan conocidos como este te esperan los viernes en las clases de español de Hablamos. ¡Te esperamos! 

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