En vísperas de festivo, una de nuestras salidas culturales de mayo nos invitaba a conocer y celebrar las fiestas de San Isidro, el patrono de Madrid.

Desde la escuela ya podía empezar a sentirse el clima de San Isidro. Nuestros profes nos recibieron ese día vestidos con unos maravillosos trajes de chulapo y chulapa. Era un día especial; se notaba mucho movimiento en la calle, y los festejos se organizaban en distintos puntos de Madrid, con mucha música y alegría.

Al salir de clase, nos encontramos en la entrada del metro Marqués de Vadillo, que estaba muy bonito adornado de claveles. Llegar y encontrarnos fue todo un desafío, por la multitud y el transporte en esa glorieta. Pero finalmente nos encontramos, y desde ahí fuimos hacia la pradera.

Seguimos el camino de gente que iba hacia un mismo lugar. Muchas personas llenaban el paisaje con sus parpusas (gorras de San Isidro) y pañuelos blancos de chulapa.

Cuando llegamos a la pradera, el cartel de luces de San Isidro nos dio la bienvenida, y nos sorprendimos nuevamente por la cantidad de gente. Definitivamente, la pradera era el principal punto de celebraciones.

Lo primero que notamos fueron las casetas o puestos de la calle principal, que comenzamos a recorrer. Encontramos parpusas, chalecos y claveles, pero también delicias como los barquillos. Pero las protagonistas son, sin duda, las rosquillas. Había de todos los gustos, y muchas tenían apodos. Por ejemplo, las rosquillas “tontas” (básicas), o las “listas” (con glaseado de limón), como las más tradicionales. También las había de gustos más variados o poco comunes.

Mientras seguimos caminando por la calle principal, subimos a la pradera y pudimos apreciar una de las mejores vistas de Madrid. También desde allí notamos el contraste entre los festejos y el cementerio. El paisaje se parecía mucho a un cuadro de Goya.

Además, en la pradera notamos que los grupos de amigos jóvenes se reunían y se divertían mucho. También allí encontramos los juegos de feria, y aprovechamos la oportunidad de jugar y probar la puntería y la suerte en el azar, pero no hubo suerte. De todas maneras, nos reímos mucho con los intentos.

Más tarde, llegamos al final de la calle y nos encontramos finalmente con el escenario, porque las fiestas tenían previstas muchas bandas para esa tarde y noche. Unos minutos después, comenzaron a sonar los Gipsy power band, expresando el flamenco actual y la vida barrial de Madrid. Al ritmo de las palmas, bailamos, disfrutamos, y las chicas reímos mientras jugamos con nuestros claveles en el pelo.

Ya comenzaba a anochecer, además de las densas nubes grises que comenzaban a cubrir el cielo. Nos atrajo el aroma que comenzaba a salir de las casetas, y por eso compartimos una comida antes de seguir por otra de las calles. Más adelante, nos llamó la atención la música que sonaba por uno altavoces y, al acercamos, encontramos una pareja bailando chotis. ¡Fue maravilloso! Todos coincidimos en que nos gustaría aprender a bailarlo.

Justo terminando nuestra salida, las nubes cumplieron sus amenazas. Comenzaron los fuertes rayos y relámpagos, para seguir una inusual temporada de lluvias. Más tarde, cuando se calmó la tormenta, algunos compañeros pudieron ver los fuegos artificiales.

Entre chulapas, chulapos, rosquillas, música, chotis y gotas, San Isidro nos regaló una maravillosa tarde de alegría y celebración. ¡Viva San Isidro! ¡Viva Madrid!

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